Miedo a soltar la mano de
quien te vio renacer de la nada, a estar en ese lugar sin esperar nada más que
una sonrisa sincera.
Miedo a no estar cuando
sea mi última platica, a ser la persona que mas temes y llevarla siempre dentro.
Miedo a perderte en un
abismo de sabiduría y vacios, a tomar un vaso de veneno sin querer morir.
Miedo a no verme en tus ojos
que no sea mi reflejo, a tocar una piel que sea más intensa y mas intima que no
sea la nuestra.
Miedos, si ellos; los
cuales te vuelven esclavo. Ellos que te liberan como fuegos artificiales que
duran un segundo suspendidos en el cielo hasta que decides saltar y dejarlos atrás.
Miedo a encontrar lo que jamás
buscaste en una simple mirada, en una voz. Miedo al saber que nada será igual,
por más que se corra, se escoda, se llore y se tema… un miedo que libera.
Miedo al saber que no
pasara de mañana cuando descubras que todo tiene sentido, inclusive el temor
mas horrendo de un evento inesperado.
Miedo a no vivir con
miedo es una práctica habitual entre los mortales de este tiempo, quien no teme
es castigado, castigado por pecado de obstinado.
Miedo a letras que no se
quieren escuchar, a palabras que no se quieren leer y a lagrimas que jamás de
derramaran ni se secaran del alma.
Miedo a encerrarte en
libertad y morir en soledad, a tomar el camino correcto pensando siempre en el
equivocado.
Miedo a no besarte cuando
sea el último sol, a no ser uno siendo dos.
El temor trasmutado en
miedo nos transforma en seres distintos a nuestro propio reflejo, ¿cuantos
pasos hay que tomar para tener miedo de retomar el miedo que nos ata a lo
indeseable?